De Chincha y de Chancay. En Chincha, zapatean con ritmo; allá conjugan el cajón, la quijada de burro y el palpitar del corazón; riman y vibran armonizando con estribillos comparables solo al agotado viento que baja acompañando las sufridas y alegres voces de su gente. En Chancay, la palabra desfila con su uniforme de gala, es capullo, es flor y semilla; en Chancay, cuando se declama, las rimas truenan agradables y hacen hinchar al corazón como quien lanza el último penal en arco rival del cual pende la soñada victoria. Una de las voces más representativas de la décima peruana es Antonio Silva. Nacido en Chancay pero cobijado en Chincha. Hombre de tez morena, a veces de mirada perdida pero se agiganta cuando enciende su voz; concentra oídos y miradas y encanta a sus oyentes bajo la magia de su rima, en la que la cereza de la torta es la exquisita y fina picardía. “Por un mandato de Dios/un día nueve de mayo/acompañado de un rayo/dejaba escuchar mi voz/desde entonces voy en pos/de la grata poesía/porque a partir de ese día/con mi canto angú angú/le versa a todo el Perú/Antonio Silva García”.

Nuestro prolífico decimista es comparable con el célebre Nicomedes Santa Cruz, a quien, como buen discípulo emula y trabaja arduo para engrandecer más su arte. Preside el grupo de “Los decimistas del Perú” y es miembro de Kontroversia. Con ellos recorre el Perú con su alegre y jocoso mensaje. “Si la décima es mi vida/versaré mi vida entera/y hasta el día que yo muera/rimaré en mi despedida”.

Loable la quijotesca labor de maestros decimistas que desarrollan en Chancay, donde promueven el arte, en silencio y con mucho esfuerzo, para que la décima vuelva a florecer y tenga larga vida,